Un curioso artigo titulado “Buscando un tesoro escondido”, publicado en El Eco de Santiago o 12 de marzo de 1929, relata dun xeito cómico a aventura duns veciños de Agolada na procura dun tesouro enterrado.
Segundo o artigo, a iniciativa partiu do ferreiro de Louzenzo (Cercio), que grazas a información dun documento que estaba no seu poder (O Ciprianillo?), é coñecedor de que nas covas de Cabos D’Orca, situadas nun monte de Agolada propiedade de Mingos de Órrea, hai escondido un tesouro.
Convocados polo ferreiro de Louzenzo, un grupo de 50 veciños das parroquias de Órrea, Cercio, Val, Brántega e Santa Comba inician a escavación nas covas de Cabos D’Orca. Pero como o tesouro non aparece, van consultar unha cartuxeira da zona, a señora Venancia, e esta confírmalles que o tesouro esta alí efectivamente. No artigo descríbese polo miúdo o seu xeito de botar as cartas.
O episodio dos buscadores de tesouros debeu ter moita repercusión en toda a Comarca, pois o artigo remata dando conta da visita ás covas do daquelas alcalde de Agolada José Oro Barrio acompañado do veciño de Brántega Anselmo Rúa Feás.
Descoñécese se finalmente deron coas riquezas agochadas…
Buscando un tesoro escondido
En la cuevas de “Cabos d’Orca” trabajan 50 obreros buscando un tesoro. Ea Sabía, confirma que allí está escondido desde hace siglos
La ilusión y esperanza de encontrar riquezas que permitan llevar una vida de molicie y disfrute de los placeres terrenales, hace que a veces nos decidamos a las mas arriesgadas empresas.
O Ferreiro de Louzenzo, de Cercio, Lalín, dijo un día a varios individuos que según constaba en un documento que el tenía en su poder había un tesoro escondido en las cuevas de “Cabos d’Orca”, un pequeño valle que se forma entre las parroquias de Brántega, Orrea, Cercio, Val y Santa Comba.
Convinieron, el Ferreiro de Louzenzo y aquellos con quienes habló, en ir lo más pronto que se pudiera a comenzar los trabajos de exploración de la montaña, llevando cada uno el encargo de buscar compañeros que les ayudasen, advirtiéndoles que ninguno cobraría nada como jornales, pero si aparecía el tesoro que se buscaba, éste se repartiría a partes iguales entre todos los que trabajasen.
Es decir, se repartirán entre los trabajadores las dos terceras partes del tesoro, pues la otra tercera parte se la había reservado para sí el dueño del monte en que el tesoro se halla, mejor dicho del monte en que el tesoro se busca, sin lo cual, aquel que se llama “Mingos de Orrea” no permitía hacer excavación alguna.
Llegó el día de comenzar los trabajos y en las cuevas de “Cabos d’Arca” se reunieron hasta medio centenar de obreros de las parroquias de Orrea, Cercio, Val, Brántega y Santa Comba. Después de trabajar varios días, como no apareciesen rastros del tesoro, convinieron en que lo más seguro sería consultar co “A Sabia” la echadora de cartas, a ver lo que de ello resultaba. Y así como lo pensaron, así lo realizaron en cuanto les fue posible, dirigiéndose a casa de la señora Venancia, que “vota as catas millor que a lingua”.
Recibiólos la “adivinadora” en su casa, una dependencia con suelo de tierra húmeda, sin cal en las paredes, llenas de piedras salientes loas que le servían de colgador universal, en una de las cuales estaba pendiente una ristra de ajos y un viejo candil, a cuyo siniestro resplandor fueron botadas las cartas.
La señora Venancia, preguntó antes a los visitantes a lo que venían, y ellos respondieron que a preguntarle si era cierto que en Cabos d’Orca había un tesoro escondido.
Eu, non cho sei meus filliños. Pero estas son as que o han de decir, y al mismo tiempo que hablaba sacaba de la faltriquera, mezclado con migas de maíz, un dedal de sastre, dos cabezas de ajo y tres o cuatro perras chicas, una baraja mugrienta y arqueadas todas las cartas.
La señora Venancia, vieja arrugada, sin más de dos dientes uno arriba y otro abajo, de ojos vivos, ratoniles, después de pasar la mano al michiño de color aplomado (símbolo de la nigromancia) que a su lado estaba, extendió las cartas sobre una mesa y empezó de esta manera:
Este Rey de Oros con el Caballo y el siete, indican que a orillas de aguas y por caminos cortos viene un poderoso señor muy guardado porque trae grandes riquezas. Hasta aquí imos bien, dice a Sanbia.
Pero este Caballo de bastos y la sota con mas el seis y siete, indican que a orillas de aguas y también por caminos cortos y quebrados vienen unos bandido que piden prendas a los caminantes.
Esto xa non se pon ben, dice la sabia, pues me parece que estos les han robado e non hay nada. Pero viene enseguida el As de oros y el dos de copas, que anuncian que el tesoro se ha salvado pero no se sabe donde va.
Pero vienen luego otras cartas y la sabia masculla no sabemos que rezos y maleficios y termina diciendo: sí, está en las cuevas y también dice este as de espadas que corridos los años lo ha de descubrir uno que hace armas y fierros.
Vele ahí ten, dice uno de los paisanos. O que fai fierros e o Ferreiro de Lourenzo. A cousa está certa.
Y la nigromántica, dice sorprendida ¡Ah? pero foi O Ferreiro. Pois xa ves que eu non o sabía, e as cartas o dixeron.
Y ante estas afirmaciones, siguen trabajando los esperanzados de las parroquias de Brántega y demás citadas.
Parece que el alcalde de La Golada, D. José Oro Bar, y el señor D. Anselmo Rúa, han visitado las cuevas, pero no sabemos que determinación han adoptado, si unirse a los buscadores del tesoro o inducirlos a abandonar la quimérica empresa.
Prezado Manuel,
venho de achar o teu artigo “Lume, pistolas e dinamita. Violencia social e política no Deza”, que achei muito relevante. Nele há uma referência a que a casa do diretor das minas de Fontao fora queimada em 1891: “Non era o primeiro, pois algúns anos antes, en 1891, a vivenda xa fora queimada.” Poderias indicar-me a referência (imprensa, …) deste sucesso de 1891? Também agradeceria qualquer outra informação que poidas ter sobre estas personagem, muito relevante também na história de Lousame, onde moro.
Saúdos,
Joám
GústameGústame